domingo, 17 de noviembre de 2013

DOS DESNUDOS Y UN GATO PABLO PICASSO



DOS DESNUDOS Y UN GATO 1902

Dos desnudos y un gato
acuarela y lápiz sobre papel 16 x 26, 5 cm
Barcelona, Museo Picasso



Un perezoso cuerpo desnudo de mujer, sobre cuyo muslo derecho se halla la enhiesta efigie de un gato, aparece tendido sobre una blanda superficie estampada de gruesos trazos rectilíneos de color azul. 

El pintor ha querido dejarnos indicada, mediante líneas que deliberadamente no han sido suprimidas, la inicial disposición del brazo levantado y del abdomen de la figura. El interés del espectador se centra, sin embargo, en el abultado y estirado vientre (¿signo de embarazo?), en la expresión de goce y satisfacción del rostro de la mujer y, sobre todo, en el gato que se yergue rígido contra el fondo verdoso. La cola tiesa, arbitrariamente situada en el lomo, y el cuerpo arqueado del animal parecen sugerirnos que está preso de una viva excitación. De otro lado, un escrutinio más atento a la negra y peluda cabeza revela unos rasgos que, más que corresponderse con los de un felino, estarían próximos a esos demonios de piedra en que han sido esculpidas de forma fantástica numerosas gárgolas de las catedrales góticas.

 Dos protuberancias parecidas a pequeños cuernos, la nariz picuda, el mentón estrecho y saliente y una risilla entre lujuriosa y sarcástica, completan el perfil de esta extraña figura semiantropomórfica. ¿Cuál será, se preguntará el observador inquieto, su significado? Aun cuando la referencia a la Olimpia (1865) de Manet es inevitable, pienso que Picasso acentúa aquí los elementos de carácter sexual, cuya licencia está llena de humor inteligente, juego y una sutil y finísima autoironía. Como ha señalado Pierre Francastel, «la Olimpia pertenecía a una línea de tradición clásica, audaz, pero no como creía Zola porque estuviera desnuda, ni como creyó entender el público por su profesión, ni tampoco porque el gato es un animal indecente, sino porque Manet ofrece en esta obra la versión moderna de un tema esencialmente clásico e incluso trivial, verdaderamente vulgar». En el cuadro de Picasso, tan soberanamente libre respecto del clasicismo que tanto amó, la cola del animal (y todos conocemos las escabrosas connotaciones de aquel vocablo en nuestra mejor literatura de los siglos XVI y XVII) apunta en dirección al sexo femenino esquemáticamente representado un poco más abajo, mientras su semblante mira con fijeza y avidez el de la mujer.

Bibliografía : Picasso, Edic Taschen

Mercedes Tamara
17-11-2013

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